En tiempos donde se consigna con preocupación un explosivo aumento del VIH en Chile, nuestra comunidad médica e informes de salud muestran que hay un grupo de enfermedades donde el país está muy por sobre los promedios mundiales: la depresión, algunos cánceres, la obesidad, la diabetes. Incluso lideramos en la región el consumo de tranquilizantes en escolares. Hay alerta entre los especialistas.

Depresión

Según la Encuesta Nacional de Salud 2016-2017, el 6,2% de los chilenos y chilenas fue diagnosticado con depresión. Por eso, de acuerdo a la OMS, Chile tiene una de las tasas más altas a nivel mundial: la prevalencia de esta enfermedad en la población mundial se estima en un 4,4%.

La sicóloga Mariane Krause, que dirigió el Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (Midap) y hoy es presidenta del Consejo de Conicyt, lleva 13 años estudiando esta enfermedad en los chilenos. “La depresión no es un problema sólo individual, sino social, cultural y económico; y como tal debe ser enfrentado con políticas que, además de garantizar el tratamiento con programas adecuados, estén orientadas a mejorar la calidad de vida y favorecer la salud mental de todos”, dice.

Krause explica que las condiciones nuestras relacionadas con la depresión tienen que ver con las transformaciones de la sociedad hacia un mayor individualismo, pero también con inequidades de ingreso y de género. Así, el grupo social donde más se concentra esta patología en Chile es en las mujeres de sectores pobres.

La depresión se distribuye de manera desigual según género: en el mundo, el 5,1% de las mujeres y el 3,6% de los hombres presenta esta enfermedad, pero en Chile la brecha es aún más marcada, ya que las mujeres quintuplican a los hombres: ellas tienen una prevalencia del 10,1%; y ellos, del 2,1%. Krause detalla que la brecha de género se intensifica entre los 25 y 45 años, debido a la sobrecarga femenina por el doble rol: crianza y trabajo.

La depresión chilena también tiene un comportamiento desigual por niveles socioeconómicos. En los quintiles de menores ingresos hay más síntomas depresivos. No ocurre lo mismo en otros países: en el norte de Europa, por ejemplo, hay más personas con este problema en los sectores acomodados. Krause explica: “Chile se ha desarrollado cambiando desde una sociedad más colectivista, en términos de las relaciones entre las personas y el sentido de comunidad, hacia una más individualista, lo que nos lleva a romper lazos sociales, que son los que protegen contra la depresión. Los estudios que actualmente se están realizando en Chile muestran que los lazos sociales están más debilitados en sectores de menores ingresos”.

Obesidad

Hoy, según la OCDE y la FAO, estamos frente a una “epidemia de obesidad”. Su prevalencia ha aumentado en todo el mundo y constituye un importante factor de riesgo de enfermedades como diabetes, cánceres y enfermedades cardiovasculares.

La población con obesidad creció en Chile del 22,9% al 31,2% en los últimos seis años (las cifras indican que afecta al 33,7% de las mujeres y al 28,6% de los hombres). De acuerdo a la OMS, la prevalencia mundial es del 13%. Chile casi la triplica.

En menos de seis décadas, el país pasó de un 37% de desnutrición en niños de primero básico a que hoy uno de cada cuatro sea obeso, según el Mapa Nutricional que cada año elabora Junaeb. Ese mismo informe muestra que la obesidad en prekínder alcanza al 23,7% de los niños y niñas; en quinto básico, al 27,7%; y en primero medio, al 14,7%. En todos los niveles, los hombres superan a las mujeres.

“Chile fue líder en la derrota de la desnutrición, lo logró más rápidamente que los países de la región con igual desarrollo, pero nos pasamos para el otro extremo”, explica Tito Pizarro, pediatra, especialista en Salud Pública y académico de la Usach. “Creamos una cultura para que los niños, las niñas y las embarazadas tuvieran una buena nutrición y se nos pasó la mano. La cultura hace que hoy sea mal visto que un niño chico no se coma toda la comida, por ejemplo. El temor a la desnutrición quedó muy arraigado en la sociedad”.

Otro factor es que Chile se convirtió en campeón mundial en el consumo de bebidas azucaradas. Un estudio de la U. de Playa Ancha y del Inta -de la U. de Chile- concluyó que el consumo diario de bebidas se incrementó de 116 cc diarios a 289 cc per cápita entre 1987 a 2007. Pizarro agrega que nuestro país también es líder en el consumo de snacks, alimentos ultraprocesados con gran cantidad de sodio, calorías, azúcar y grasas saturadas, que hoy llevan el sello “alto en” gracias a la Ley de Etiquetado.

Un tercer factor es el poco estímulo al consumo de alimentos producidos en Chile: frutas, verduras, legumbres y productos del mar. “Tienen incentivos para ser exportados, pero no hay una política pública para el consumo local”, dice.

En el caso de los escolares, explica Pizarro, debido a la reforma educacional están todo el día sentados y sin actividad física, entonces gastan menos energía de la que consumen. Los adultos no lo hacen mejor: el sedentarismo llega al 86,7% en los mayores de 15 años.

Cáncer de vesícula biliar

En el mundo, la incidencia estimada de cáncer de vesícula biliar es de 2,3 (tasa por 100 mil habitantes). En Chile, la cifra es más de cuatro veces mayor: 9,3. En mortalidad se repite la proporción: 1,7 en el mundo versus 5,4 en Chile. Varios factores son los que influyen en esta situación.

Existe un componente genético que favorece la formación de cálculos biliares o piedras en la vesícula, que es el principal factor de riesgo para este cáncer. “Es raro que haya un cáncer de vesícula sin cálculos. A veces pasa que cuando se diagnostica el cáncer existe una masa tumoral que no deja ver el cálculo”, dice Catterina Ferreccio, epidemióloga y académica del Departamento de Salud Pública de la UC. Agrega que esta susceptibilidad genética a desarrollar cálculos está en todos los indígenas americanos, y eso explica que Bolivia y Chile sean campeones en la región.

Las mujeres tienen más susceptibilidad para desarrollar cálculos de vesícula, porque hormonas como el estrógeno y la progesterona favorecen su formación. Por eso, tienen cuatro veces más cáncer que los hombres. Aunque es pertinente aclarar que de todas las personas que tienen cálculos, sólo entre el 1% y el 3% desarrolla cáncer.

Otro factor, dice Ferreccio, sería la infección de vesícula producto de algunas bacterias, que al sumarse a los cálculos favorecen la inflamación crónica y aumenta el riesgo de cáncer. La Salmonella typhi, que causa la fiebre tifoidea, es la que cuenta con mayor evidencia científica respecto de ese rol.

Esta bacteria trae malos recuerdos. Entre 1975 y 1986, Chile padeció la mayor epidemia de fiebre tifoidea registrada en Latinoamérica. Los casos anuales subieron de 6.180 en 1976 a 13.144 en 1978, y las muertes aumentaron al doble. Fueron años en que se acentuó la migración del campo a las ciudades en condiciones de hacinamiento y falta de higiene. Esto, según reportes de salud, se sumó a un menor control de alimentos por la disminución del gasto público y a que el aumento de la cobertura de agua potable y alcantarillado en áreas urbanas no fue acompañado de un tratamiento final del agua. En Santiago, por ejemplo, el alcantarillado se descargaba directamente en el río Mapocho y esas aguas regaban las hortalizas cultivadas en los alrededores de la capital. “En esos años se hablaba de la ‘chilenitis’, que era un cuadro de diarrea que le daba a cualquier persona extranjera que llegara a Chile como resultado de la contaminación fecal de los alimentos”, explica Ferreccio.

Un tercer factor, dice la especialista, es que en recesión económica el gobierno militar redujo los recursos destinados a salud, entonces disminuyó la cirugía electiva de vesícula biliar.

Mientras en los países desarrollados este cáncer empezó a disminuir a medida que mejoraban las condiciones de vida, en Chile subía. La curva recién empezó a bajar en los 90: hoy hay más intervenciones y cada vez menos gente tiene vesícula; y desapareció la transmisión de las bacterias. Aun así, la prevalencia en Chile respecto del mundo sigue siendo alta.

Ferreccio, quien es parte del Centro de Estudios Avanzados de Enfermedades Crónicas, advierte que un nuevo factor que podría complicar las cosas es la epidemia de obesidad: “Estamos viendo el aumento de cálculos en los niños, lo que quiere decir que si antes tenías cálculos a los 40 años; hoy tienes a los 10. Es decir, hay 30 años más de irritación de la vesícula. Es un tema grave”.

Diabetes

La diabetes es una enfermedad crónica que se origina porque el páncreas no sintetiza la cantidad de insulina que el cuerpo necesita, lo cual lleva a un exceso de glucosa en sangre. Mientras su prevalencia a nivel mundial es de un 8,5% de la población, según datos de la OMS, en Chile es del 12,3%, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Salud 2016-2017.

“La diabetes se explica por dos factores: sedentarismo y dieta. En los dos somos campeones en Chile”, dice Mario Chiong, bioquímico, académico de la U. Chile e investigador del Centro de Estudios Avanzados de Enfermedades Crónicas.

En relación al primer factor, la última Encuesta Nacional de Salud muestra que el 86,7% de la población general es sedentaria. “Es tremendamente difícil hacer un cambio de hábito en la gente. Si te dijera que tienes que hacer 150 minutos de ejercicio de esfuerzo por semana, ¿lo harías?… Ése es el problema”, explica Chiong.

Con respecto a la dieta, el especialista explica que la comida chatarra tiene alto contenido en materia grasa y fructosa -un tipo de azúcar-, pero es más sabrosa y más barata que la comida sana. “Como las dietas saludables son más caras, la diabetes se convierte en una enfermedad de pobres”, dice. Este mal se distribuye de manera pareja en hombres y mujeres.

Cáncer gástrico

Casi el 20% del cáncer gástrico del mundo está alojado en la franja de los países americanos del Pacífico; el otro porcentaje se distribuye entre Asia (aproximadamente el 50%) y Europa del este (30%).

Chile está por sobre la media mundial. Según el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer​ (IARC), la incidencia y mortalidad en el país es de 17,8 y 11,5 por 100.000 habitantes, respectivamente. Mientras, la incidencia mundial es de 11 y la mortalidad 8,2 por 100.000 habitantes.

“Chile es un polo de cáncer gástrico. Pero si bien tiene una de las tasas más altas del mundo, no se escapa en la escala regional”, dice Alejandro Corvalán, académico de la UC e investigador del Centro Avanzado de Enfermedades Crónicas. Agrega que este cáncer es la tercera causa de muerte por cáncer en el mundo.

¿Por qué estamos disparados? La primera causa de este cáncer a nivel mundial es la infección por la bacteria Helicobacter pylori, que infecta el estómago y produce una inflamación persistente. Corvalán explica que esta infección es muy alta en Chile: prácticamente el 70% de la población la padece. De ese grupo, alrededor de un 3% desarrolla cáncer. “La población de menores ingresos tiene mayor prevalencia”, agrega el experto.

También se habla del “efecto cordillera”. “Hay teorías que señalan que la condición de altura genera hipoxia (falta de oxígeno), y eso produce un estrés en las células del estómago. Por eso este cáncer ocurre en los pueblos de montaña y no en los de la costa”, dice Corvalán.

Este cáncer ocurre 2,5 más veces en hombres que en mujeres, lo que se reporta en todo el mundo. “Aparentemente los estrógenos podrían tener un rol protector, aunque parcial, porque las mujeres también desarrollan la enfermedad”, dice Corvalán. Otra observación: mientras en los varones ocurre más frecuentemente alrededor de los 55 o 60, en las mujeres se da en los extremos: alrededor de los 35 y 40 años y, más tarde, cerca de los 80 años.

Alto consumo de tranquilizantes

Álvaro Vergés, académico de la UC e investigador del Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (Midap), explica que cuando se analiza el consumo de sustancias en la población chilena se enciende una señal de alerta, especialmente cuando se trata de jóvenes y adolescentes.

Uno de los datos más preocupantes, dice, es el uso de tranquilizantes -como benzodiacepinas- sin prescripción médica entre los jóvenes de octavo básico a cuarto medio. Es el más alto de todo el continente. Según el Informe sobre el Consumo de Drogas en las Américas 2019, que publica la OEA, este consumo varía entre el 1% a poco más del 9% de esa población escolar y Chile está en el tope. En el resto de los países no llega al 7%; y la mayoría no superan el 3%. Otro dato: sólo en estudiantes de octavo básico, Chile llega al 14%.

Vergés lo explica, en parte, por la facilidad de acceso: “Los tranquilizantes se venden en el mercado negro sin receta o se pueden obtener de sus padres sin que ellos se den cuenta”. Agrega que mientras algunos jóvenes consumen por factores como el estrés crónico, otros lo usan de forma recreacional, como cualquier otra droga.

El investigador advierte que si el consumo en los estudiantes secundarios ya es alto, podría esperarse que en los universitarios sea mucho mayor. Pero ese dato no existe. “Es urgente tenerlo”, sentencia.

Vergés habla de que “hay un alto nivel de exitismo, de definir tu identidad y el valor de persona por cuánto trabajas y cuánto ganas, y eso genera una presión enorme. A los jóvenes les estamos traspasando una alta carga, pero no les estamos enseñando a administrarla”.

También hay alertas en el consumo de alcohol. Según el informe de OEA, dicho consumo en estudiantes secundarios es similar para hombres y mujeres, salvo unos pocos países donde las mujeres presentan una prevalencia mayor. Uno de esos es Chile.

El 36% de las mujeres y el 32% de los hombres de enseñanza media dice haber consumido alcohol al menos una vez en el último mes. Las estudiantes chilenas están por sobre sus pares de Estados Unidos, México y Perú. Sólo las superan las argentinas, colombianas y uruguayas.

Según datos de Senda, en el inicio de consumo antes de los 15 años también hay predominio femenino: 66% en mujeres y 63% en hombres. Aunque esto ocurre desde las últimas décadas, el foco en salud pública por consumo de alcohol sigue apuntando a los hombres, por lo que debería cambiar, dice Vergés: “Las mujeres tienen una vulnerabilidad fisiológica asociada al alcohol probablemente más grave que los hombres, como el desarrollo de algunos cánceres y daño hepático”.

Respecto al consumo de marihuana, Chile presenta una prevalencia en población general del 14,5%, más que en Canadá y Estados Unidos (que están en torno al 14%). En el continente, sólo lo supera Jamaica con un 15,5%.

En población escolar, Chile se ubica en primero lugar por lejos, con una tasa de consumo de marihuana sobre el 30%. Lo siguen Antigua y Barbuda (casi 25%) y Estados Unidos (22%). “Son números muy preocupantes -dice Vergés-, porque la tendencia en escolares en los últimos años ha sido un aumento muy dramático. Con cada encuesta uno decía ‘bueno, llegamos al techo’, pero no hubo techo hasta que llegamos al 34%. Se disparó en un tiempo muy breve”.

“La marihuana ha tenido buena prensa en los últimos años”, explica Vergés. Eso, junto a una baja percepción de riesgo y la creciente oferta son factores detrás de dicha alza.

En consumo de cocaína en población escolar, otra vez Chile es el más alto de la región. El informe de la OEA muestra que nuestro país es el único con una prevalencia mayor al 4%. Lo sigue Colombia, que no llega al 3%.

En cuanto al tabaco, el informe señala que Chile está en la cima del consumo en la región, con una prevalencia del 33,4%. Es, además, el país con menor brecha entre géneros, especialmente en mujeres jóvenes.

Respecto a todo este consumo de sustancias -que son un factor de riesgo para enfermedades que aparecen con los años, como cáncer, cardiopatías, enfermedades respiratorias-, Vergés reflexiona: “Tenemos una política poco restrictiva sobre el consumo: hemos puesto el foco de regulación y restricción sobre el tabaco, lo que está muy bien, pero hemos descuidado otras sustancias”.

Ver nota completa: La Tercera