Es, literalmente, una carrera contra el tiempo. Una carrera por lograr la inmunidad colectiva, y con ella poder levantar las restricciones y hacer frente de mejor manera a la aparición de nuevas cepas de coronavirus. Bajo la consigna “nadie está a salvo hasta que todos estemos a salvo”, el G7 anunció la donación de 1.000 millones de vacunas a países de menores ingresos hasta el próximo año. Es muy lento.

Según el plan propuesto por el FMI, las entregas deberían concretarse en 2021 y hacer un esfuerzo extra por US$ 50.000 millones. Solo así se lograría vacunar al 70% de la población mundial hasta fines del próximo año.

Eso no significa el fin de la pandemia, pero sí un importante primer paso. “Todas las estimaciones y modelos que tenemos señalan que necesitamos una cobertura (de inmunización) de al menos 70% para producir algún impacto en la transmisión”, explica el Dr. Jarbas Barbosa, director asistente de la Organización Panamericana de la Salud (división de la OMS para América), consultado por DF MAS. Ningún país ha alcanzado todavía ese nivel.

Las cifras de One World in Data muestran a Chile segundo, detrás de Israel (59%), con casi el 46% de su población ya completamente vacunada. Son 8,7 millones de personas que ya han completado su vacunación. Pero todavía queda.

El Ministerio de Salud incluso ha definido un objetivo de 10 puntos más sobre el nivel de consenso que maneja la OMS, con una población a vacunar de 15,2 millones de personas, que equivale al 80% de la población total. Es decir, que faltan 6,5 millones de personas. De ellas 2,5 millones tienen pendiente la segunda dosis, y los otros 4 millones no han recibido ninguna todavía.

Para la Dra. Catterina Ferreccio, vicedirectora de ACCDIS y miembro del grupo asesor ICOVID Chile, el objetivo definido por el Minsal, y más aún el que plantea la OMS, es conservador. “Nuestra meta debería ser vacunar a toda la población mayor de un año”, sentencia, y explica que, de no inmunizar pronto a los niños, éstos se convertirán en un “reservorio de Covid”.

P1 o Gama

Científicos del mundo han alertado que mientras existan estos “reservorios” no se podrá derrotar a la pandemia. La existencia de grandes grupos de población sin inmunizar facilita el contagio y la aparición de nuevas cepas. “Estamos en una guerra contra el virus. Nosotros desarrollamos esta vacuna y él desarrolla variantes. Pero vamos ganando terreno”, agrega Ferreccio.

En el caso de la actual ola de la pandemia en Chile es la variante P1 o Gama, originada en Brasil, la que está colapsando los hospitales de la Región Metropolitana. Esta cepa multiplica por 10 la carga viral y su capacidad de transmisión es dos veces mayor, con más opción de infectar a personas más jóvenes.

Un cálculo realizado para ICOVID revela que, comparando al peak de la pandemia en 2020, las hospitalizaciones entre los mayores de 50 años están en el mismo nivel, pero se han triplicado en los menores a 50 años. “Algo que nos alarmó como consejo (asesor) son las muertes de niños y mujeres embarazadas. Eso no lo habíamos visto en Chile. Cuando ves eso, entiendes que esta es una cepa muy dura”, detalla Ferreccio.

Esto no significa que se debe perder la esperanza, o -peor- la confianza en las vacunas, advierte: “Si no hubiéramos estado vacunados, con esta cepa los muertos estarían en las calles. Sin la vacuna, la situación sería dramática. Nos hemos ahorrado millones de muertes”.

Falsa seguridad

Pero ya hay otra cepa en circulación en el resto del mundo, también afectando a los más jóvenes: la variante Delta, originada en India. Tiene un nivel de transmisión aún más alto que la P1 y ya ha sido detectada en 60 países, incluyendo Perú. Esto aumenta la presión por acelerar la vacunación.

Barbosa también advierte contra una sensación de falsa seguridad. “Solo podemos esperar que la persona esté totalmente protegida, cuando recibe no solo una dosis, sino las dos. Por esta razón es importante combinar el acceso a la vacunación con medidas de salud pública”, insiste el subdirector de la OPS.

Otro factor es que ni siquiera las dos dosis tienen una eficacia de 100%. Ferreccio explica que Sinovac, la vacuna más usada en Chile, ofrece una inmunidad en torno a un 70%. Es decir, que tres de cada diez vacunados, si bien reducen su incidencia de muerte y hospitalización, siguen siendo susceptibles a infectarse y contagiar.

Si se usa el objetivo mínimo establecido por la OMS, de vacunar al 70% de la población, ese grupo vacunado (pero aún susceptible de contagiar) sería equivalente al 21% del total de habitantes. Si a ellos se suman el 30% no vacunado, estamos hablando de que la mitad de la población sería susceptible a infectarse y contagiar.

“Ese es un reservorio gigante. Este virus que se transmite por el aire, y ahora por dosis menores, jamás vas a lograr pararlo si tienes la mitad de la población susceptible. Eso va a permitir que el virus se siga multiplicando y siga mutando”, alerta Ferreccio.

Es una batalla larga, reconocen los expertos, y ya en otros países se está planteando la necesidad de terceras dosis para aumentar los niveles de protección. Hasta entonces, las restricciones son necesarias. “Es fundamental mantener todas las medidas de salud pública que sabemos tienen la capacidad de reducir la transmisión: el uso de mascarillas, evitar aglomeraciones y lugares cerrados”, advierte Barbosa.

En el caso de la RM, las cuarentenas no logran reducir en forma considerable la movilidad. Sin embargo, Ferreccio cree que -si bien se podría hacer de mejor manera, por ejemplo permitiendo las actividades al aire libre y la actividad escolar cuando baje la emergencia hospitalaria- en esta ocasión “el confinamiento puede servir para que la población entienda la gravedad de la actual ola de la pandemia y la necesidad de acelerar la vacunación, a todos, lo más rápido posible”. No solo para reabrir los malls, sino también las escuelas.

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