El metamidofós es un plaguicida que se usa para eliminar, controlar o prevenir la acción  de ácaros en cultivos frutales y de hortalizas. En el año 2015, el Convenio de Rotterdam, que regula los plaguicidas y productos químicos peligrosos en el comercio internacional, lo agregó a la lista de productos que han sido prohibidos. Entró a la categoría de severamente restringido por razones sanitarias o ambientales, como un plaguicida tóxico para la salud.

Si bien los plaguicidas se usan para repeler, prevenir o controlar cualquier plaga, también puede afectar al medioambiente, personas, animales y plantas. Las personas que los manipulan, aplican o quienes viven, trabajan o estudian cerca de zonas agrícolas, son los principales grupos de riesgos, pero también las mujeres embarazadas y niños en crecimiento que son familiares de trabajadores expuestos.

Sustancia cancerígena

La medida que tomó el organismo en 2015 por el metamidofós, fue por la evidencia que lo cataloga como una sustancia cancerígena y sumamente neurotóxica, es decir, puede provocar efectos adversos en el sistema nervioso central, el sistema nervioso periférico y en los sentidos.

En Chile, sin embargo, eso tomó un poco más de tiempo. En Chile el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) prohibió la importación y fabricación de todos los plaguicidas en base a Metamidofós, según indica en la última actualización de listado de plaguicidas con autorización cancelada o expirada, realizada el 15 de junio último.

La entidad también restringió la tenencia y uso de todos los plaguicidas formulados en base a Carbofurano, Azinfós Metilo y el propio Metamidofós, limitaciones que se harán efectivas en un plazo máximo de dos años.

Dichas restricciones apuntan a poner la legislación nacional al día con las regulaciones de uno de los plaguicidas más tóxicos a nivel agudo, tal como se ha hecho en países desarrollados. Sandra Cortés, investigadora asociada del Centro Avanzado de Enfermedades Crónicas (ACCDiS) e integrante de la RED de Investigadores en Plaguicidas, la destaca como una excelente noticia, ya que el uso de Metamidofós pone en peligro la salud de las personas que trabajan con estos productos, así como también de aquellos que pueden exponerse por residir o estudiar en la cercanía de zonas de cultivo en los que éste u otros plaguicidas son aplicados.

“Como toda sustancia química que reporta daños agudos y crónicos en salud es una buena noticia que se restrinja lo más posible su uso, que es lo que ha hecho el SAG al reconocer este se estaba usando este plaguicida más allá de todo margen permitido, al menos en alimentos“, dice Cortés.

Para los integrantes de la RED de Investigadores en Plaguicidas, la decisión del SAG es un paso inicial en el camino a reducir el contacto de la población con estas sustancias peligrosas que, pese a que estén regulados en varios aspectos –como en el caso de la labor de los trabajadores agrícolas o los niveles esperados en alimentos-, muchas veces no son suficientemente fiscalizados.

Sandra Cortés señaló que como RED esperan que se continúe restringiendo el uso de otros plaguicidas, especialmente aquellos que producen efectos agudos cada vez menos frecuentes. “Pero también esperamos se restrinjan otras sustancias asociadas a efectos crónicos en salud, por ejemplo el clorpirifos o el glifosato, tal como lo han hecho varios países europeos o Estados Unidos”, resalta.

Muchas de estas sustancias son disruptores endocrinos, alterando la respuesta de hormonas muy conocidas como las tiroideas -en el caso del clorpirifos- o bien son potencialmente carcinogénicos, tal como se está discutiendo sobre el glifosato.

La investigadora asociada ACCDiS señaló que se hace sumamente necesario restringir el uso o venta de plaguicidas, tal como lo ha hecho el SAG. “Sin embargo, dichas medidas no son suficientes, debiendo potenciarse con otras acciones de salud pública, incluyendo la educación sobre control y reducción de uso en todas las personas”, sostiene.

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