El acelerado envejecimiento nacional, que proyecta que un tercio de la población tendrá más de 60 años en 2030, ha puesto a prueba a las autoridades y a los investigadores, quienes enfrentan el desafío de hacer de Chile un país que desde lo médico, lo social y lo político esté a la altura de una tercera edad empobrecida y con urgentes problemas de salud. ¿Qué hacer? Trabajar transdisciplinariamente, responden los especialistas en este ámbito, quienes aseguran que la confluencia de miradas es la única forma de avanzar en propuestas de largo plazo.

Por JENNIFER ABATE C. /Fotos ALEJANDRA FUENZALIDA y FELIPE POGA

Chile es un país viejo. Suena exagerado, pero las cifras lo corroboran. Según el informe World Population Data Sheet, elaborado por la Oficina de Referencia de la Población de Estados Unidos y publicado hace algunos días, en 2030 la población nacional habrá llegado a los 20 millones de habitantes, de los cuales un tercio corresponderá a mayores de 60 años.

Esto se explica por la menguada tasa de natalidad (1,8 hijos por mujer, una de las más bajas del Cono Sur) y por la mejora de las condiciones sanitarias de nuestro país, que en pocas décadas erradicó la desnutrición infantil y disminuyó notoriamente la muerte por enfermedades infecciosas. Sin embargo, eso aumentó dramáticamente el padecimiento de enfermedades crónicas asociadas a la vejez, que, en palabras del Doctor Sergio Lavandero, Director del Centro de Estudios Avanzados en Enfermedades Crónicas (ACCDiS), solían ser “un patrimonio de los países desarrollados. Antes uno podía calificar a un país como desarrollado o subdesarrollado en base a las enfermedades que tenía. Nosotros teníamos enfermedades infecciosas, nos moríamos, teníamos desnutrición”. Ya no. Hoy los problemas más urgentes están radicados en patologías como el cáncer y las afecciones cardiovasculares y neurodegenerativas, propias de un país que envejece.

Estas últimas, sobre todo, han tenido un gran aumento en el país. Según el Primer Estudio Global de Carga de Enfermedades, realizado por el Instituto para la Medición y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington y la Fundación Bill y Melinda Gates, que analiza la evolución de las enfermedades en el mundo, el Alzheimer es la causa de muerte que más aumento ha tenido en Chile. En sólo dos décadas, la enfermedad pasó de ser la 29ª causa de muerte a la quinta, lo que representa un alza de 526%.

Por cierto, el drama no es sólo médico, sino también, y quizás sobre todo, social. El aumento de enfermedades de este tipo, que pueden inhabilitar a las personas, comienza a configurar un panorama en el que confluyen la falta de especialistas, la pobreza y sistemas de pensiones, transporte y salud, por nombrar algunos, que no están preparados para este desafío.

Las alertas en Chile comenzaron en los ‘90. A mediados de la década el Estado creó la Comisión Nacional para el Adulto Mayor, que se convirtió en el Servicio Nacional del Adulto Mayor (Senama) en 2002. Esto también incentivó que el envejecimiento comenzara a considerarse de manera más recurrente por los investigadores nacionales, ávidos de encontrar soluciones para un país en cambio.

Sólo en la Universidad de Chile, el Programa Interdisciplinario de Estudios Gerontológicos, el Observatorio Social de Envejecimiento y Vejez en Chile y el Programa de Estudios Sistémicos en Vejez y Envejecimiento, por nombrar algunos, fueron instancias precursoras para abordar la problemática. Sin embargo, faltaba un esfuerzo extra.

Fue por eso que en junio de 2014 y a petición del Rector Ennio Vivaldi, La Universidad creó la Red Transdisciplinaria sobre Envejecimiento, apoyada por la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo, con un fin claro: plantear, desde lo público, una solución para los problemas que acarrea el aumento de la esperanza de vida, que en nuestro país alcanza la cifra más alta de América Latina.

Actualmente, en la red dirigida por el Doctor Benjamín Suárez, académico de la Facultad de Medicina de la Universidad, confluyen 51 profesionales, expertos y académicos provenientes de disciplinas como nutrición, humanidades, medicina, economía, sociología, sicología, arquitectura, ciencias y odontología. La unión hace la fuerza, dice el refrán. Y fuerza es poco comparado con lo que requiere el país a la hora de buscar soluciones públicas acordes a los desafíos que hoy impone el envejecimiento.

Tarea urgente: políticas públicas

Según la encuesta Casen 2013, actualmente las personas mayores representan el 16,7% de la población, equivalente a 2.885.157 habitantes. La cifra es alta, pero semejante a la de los países desarrollados. Lo realmente preocupante es la velocidad con la que Chile ha alcanzado estos números. Mientras Francia demoró 115 años en doblar su población de adultos mayores de 65 años (de 7% a 14%), se espera que en Chile este proceso tome menos de tres décadas.

Esto impone a nuestro país una “doble carga”, sugieren los expertos. En Europa o Estados Unidos, por ejemplo, primero se conquistó el desarrollo y luego vino el envejecimiento acelerado. Es decir, primero solucionaron los problemas de la pobreza más acuciante y luego envejecieron. En nuestro país tenemos que hacer frente a los dos problemas al mismo tiempo.

“En Chile se nos viene una debacle económica porque nos vamos a llenar de viejos”, dice el Doctor Claudio Hetz, miembro de la Red Transdisciplinaria y Director del Laboratorio de Estrés Celular y Biomedicina. “Se van a empezar a enfermar y no tenemos un sistema social que se haga cargo de los viejos. Ahora son las mismas familias las que se hacen cargo de ellos, entonces finalmente hay que preparar a la sociedad y al país para generar políticas a largo plazo, porque este problema está a la vuelta de la esquina”.

Según Hetz, Estados Unidos le destina sólo al Alzheimer el 20% del presupuesto nacional en salud, lo que implica alrededor de 120 billones de dólares. Además, dice, “cuando se tiene un paciente con Alzheimer, alguien de la familia tiene que dejar de trabajar para cuidarlo, por lo que el costo se duplica y hablamos de más de 200 billones. Estados Unidos estima que en el 2050 el costo va a ser de un trillón de dólares”. Ciertamente, Chile no está preparado para enfrentar cifras de ese tipo.

Pero los investigadores quieren dar la pelea. Y juntos. Hace un año la Universidad de Chile se adjudicó un Fondap revolucionario, llamado Geroscience Center for Brain Health and Metabolism, que en ese momento fue clasificado por su subdirectora, la neuróloga y acadé- mica de la Facultad de Medicina Andrea Slachevsky, como “el primer gran esfuerzo que se hace a nivel nacional para empezar a investigar en torno al tema del envejecimiento y en particular a nivel cerebral”.

Si bien el centro dirigido por el Doctor Christian González-Billault, de la Facultad de Ciencias, tiene una clara impronta médica (de hecho, una de sus principales lí- neas de trabajo es desarrollar células madre capaces de generar cultivos neuronales humanos de pacientes chilenos con el fin de estudiar a nivel cerebral la evolución de las enfermedades mentales), sus objetivos van mucho más allá y buscan describir, además, cómo los aspectos sociales afectan la calidad del envejecimiento.

Según la Doctora Slachevsky, quien además es Vicepresidenta de la Corporación Profesional Alzheimer y otras Demencias (Coprad), esto “no se puede hacer sin una mirada transdisciplinaria. Si uno ve las trayectorias de envejecimiento y sólo observa las variables clínicas sin considerar las variables psicosociales, uno va a tener una visión muy parcial de las cosas. Si uno no considera el conjunto, lo multidisciplinario, no va a entender los problemas”. Las redes sociales, la historia laboral y la exposición al estrés, además de la neurobiología celular, serán elementos a analizar a la hora de determinar las trayectorias patológicas asociadas al envejecimiento y cuáles son sus factores de riesgo.

Precisamente para socializar y contribuir con resultados como los que se esperan de este Fondap y muchas otras investigaciones relacionadas con la Red Transdisciplinaria sobre Envejecimiento, este año la Universidad de Chile firmó un protocolo de colaboración con el Senama, que formaliza un trabajo colaborativo que ya venían realizando ambas instituciones, centrado en la visibilización del tema y, por cierto, en la investigación e innovación con la que puede contribuir la Universidad al país.

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Así lo valora el Director Nacional del Senama, Rubén Valenzuela, quien señala que “la investigación científica desarrollada por esta Casa de Estudios es sin duda un insumo para la toma de decisiones informada. Estoy convencido de que la coordinación entre nuestras instituciones creará un círculo virtuoso entre la generación de conocimiento y la pertinencia de las políticas públicas, más si ambos procesos están concebidos con la participación activa de las personas mayores del país”.

Para Valenzuela es crucial trabajar en conjunto. “Cuando nos referimos a la multidimensionalidad de la vejez y a la multidisciplinariedad del conocimiento, la relevancia del trabajo intersectorial y transdisciplinario es creciente, debido a las demandas sociales que implican la concepción del sujeto a partir de su integralidad”.

Trabajar de este modo es urgente, ya que interconectar distintas disciplinas para conocer a cabalidad las características y el comportamiento de la población con la que se está trabajando permite, a la larga, una cuestión clave: la prevención tanto de las enfermedades como de las crisis sociales asociadas a ellas. Es simple: si se detalla por qué ocurre algo, es mucho más fácil prevenirlo.

Es por eso que el Fondap en el que Claudio Hetz y Andrea Slachevsky participan ha decidido trabajar con el concepto de “gerociencia”. “Lo que la gerociencia plantea es que la inversión mayoritaria no tiene que ir al enfermo, porque cuando estás enfermo ya pasó lo que tenía que pasar. Te enfermaste de Alzheimer o de Parkinson y la mayoría de las neuronas afectadas ya murió. En términos de políticas públicas se está pensando atacar las etapas previas a la enfermedad”, explica Hetz.

A lo mismo apunta el Doctor Sergio Lavandero, Director del ACCDiS, un centro entre cuyos objetivos está identificar los elementos comunes que vinculan a las principales enfermedades crónicas, fuertemente relacionadas con el envejecimiento, a fin de desarrollar estrategias de prevención.

“Nuestro sistema está más orientado al tratamiento de las enfermedades cuando la persona ya las tiene. Un aspecto que nosotros descuidamos y donde podemos hacer la diferencia es en la prevención, que es lo más barato y lo más efectivo”, dice Lavandero. El ACCDiS, administrado en conjunto por la Universidad de Chile y la Pontificia Universidad Católica de Chile, se enfoca en lo más urgente, es decir, en las enfermedades cardiovasculares y cáncer, que representan más del 55% de la causa de muerte en Chile.

Lavandero explica que “asociados a estas enfermedades hay una serie de factores de riesgo. Hay algunos modificables y otros que no lo son; por ejemplo, nuestra genética no la podemos cambiar, pero hay otras cosas que sí, como el sedentarismo, los hábitos alimenticios”.

Con eso en mente, se puede prevenir, sobre todo en la población más vulnerable, ya que como señala el especialista, “todas estas enfermedades tienen un contexto; no da lo mismo según el estrato social el impacto que tiene. Tienen un impacto mucho mayor en personas que son de estratos socioeconómicos más bajos”.

Para mapear ese efecto, el ACCDiS inició el estudio poblacional Mauco (Maule Cohorte), focalizado en la ciudad de Molina, que durante 10 años observará y evaluará la historia natural del cáncer y las patologías cardiovasculares, cuya incidencia en la zona es de las más altas de Chile. Sus más de 200 investigadores ya han dado a conocer hallazgos relacionados con los biomarcadores que pueden contribuir a la detección de enfermedades como insuficiencia cardiaca y cáncer gástrico.

FLAVIO SALAZAR Vicerrector de Investigación y Desarrollo:

Los aportes que los investigadores de la Universidad de Chile están haciendo resultan fundamentales para el abordaje del tema del envejecimiento poblacional de nuestro país. Vincular la excelencia científica, que es un sello institucional, con la pertinencia temática requiere, a mi juicio, de una articulación política y académica y en ese esfuerzo nos encontramos en VID. Trabajamos en un esfuerzo conjunto con las unidades, facultades e institutos, generando espacios de cooperación y diálogo que ya están dando frutos.

Un ejemplo es la red de envejecimiento, que agrupa a investigadores de disciplinas diversas, desde la medicina a la arquitectura, pasando por las ciencias sociales y la ingeniería. De esta forma se genera una visión integrada que permite un diálogo mucho más productivo con los organismos del Estado encargados de implementar las políticas públicas. Esto se corrobora en la excelente relación de colaboración con el Senama y en el diálogo con Conicyt que se tradujo en un nuevo concurso Fondef específico para la temática de envejecimiento. Esperamos que este ejemplo se transfiera a otras temáticas como desastres socionaturales, energía y alimentos saludables, entre otros.