Este químico, que en Chile es comercializado con diferentes nombres, desde 2015 está considerado como un posible agente cancerígeno.

Por tercera vez desde que adquirió Monsanto, Bayer deberá pagar daños por los efectos sobre la salud del herbicida Roundup. El glifosato que contiene este plaguicida fue responsable de que una pareja de ancianos enfermara de cáncer hace casi una década.

Los afectados, Alva y Alberta Pilliod, recibirán una indemnización de dos mil millones de dólares de la farmacéutica alemana, según dictaminó un jurado de Oakland, California.

«Nos hubiera gustado que Monsanto hubiera advertido en la etiqueta de la marca que puede causar cáncer. Nosotros no lo hubiéramos usado, hubiéramos tenido una segunda opción. Las publicidades decían que era sumamente seguro, y eso pensamos”, comentó la mujer, diagnosticada de linfoma no Hodgkin.

Mientras en Estados Unidos este herbicida acumula más de 13 mil reclamos, en Chile la situación es muy distinta. En suelo nacional se comercializan más de treinta productos que contienen este químico, pero no hay registro oficial de enfermedades crónicas asociadas a su utilización.

Sin embargo, agrupaciones ambientalistas exigen mayor regulación desde que en 2015 la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó al glifosato en un lista de posibles cancerígenos. Patentado en 1974 por Monsanto, desde 2000 la sustancia es vendida por varios fabricantes. De ahí que pueda encontrarse con diferentes nombres en el mercado.

«Ahora está siendo evidente lo que hemos dicho por tanto tiempo, que el glifosato y los productos de Monsanto atentan contra la salud. Pero no es solo Monsanto, es toda la industria. En Chile hay problemas en toda la zona agrícola, se están evidenciando problemáticas de salud en niños que nacen con problemas alérgicos y cognitivos, además de los cánceres», comenta Rodrigo Marín, miembro del Colectivo Ecológico en Acción.

«Es positivo que el dictamen sea de la justicia de Estados Unidos, el país que autorizó el glifosato. Creemos que esto marca el camino para decretar que el glifosato no sea utilizado. En Chile hemos solicitado al SAG que tome medidas para impedir que se siga haciendo daño con el glifosato, pues su uso es muy extendido. Pero el SAG no es sensible a estas noticias: en marzo nos contestó que no había estudios que avalaran su suspensión», añade Lucia Sepúlveda, de la Red de Acción en Plaguicidas.

Desde la entidad aludida han respondido que el glifosato supone un riesgo mínimo para la salud si se acompaña de los elementos de protección adecuados, misma línea en que se han pronunciado algunos organismos internacionales como la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) y la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA por sus siglas en inglés).

«La EPA no ha identificado ningún riesgo de salud pública relativo al uso actual del glifosato», declaró el administrador de la EPA, Andrew Wheeler, hace unas semanas.

Un cóctel de herbicidas

Originado en 2015, el Proyecto MAUCO ha supuesto una iniciativa pionera en el país en la busca de las causas asociadas al cáncer y otras enfermedades crónicas. Hasta la fecha el estudio ha abarcado diez mil habitantes de la comuna de Molina, en la Región del Maule.

«Hemos hecho una caracterización completa del estado de salud de las personas, especialmente de las enfermedades crónicas. En la misma medida, hemos recolectado muestras biológicas: sangre, suero y plasma. También se ha recolectado información ambiental de la zona», explica Sandra Cortés, académica de Salud Pública UC.

En ese contexto, dice la epidemióloga ambiental, los herbicidas son un factor relevante en el análisis. «Un grupo de alto interés son los trabajadores agrícolas, quienes podrían estar expuestos a una serie de sustancias químicas que se usan en la actividad agrícola como plaguicidas y fertilizantes. Hay una serie de patologías que se podrían estudiar en ese grupo, que aproximadamente llega a las tres mil personas», dice la especialista.

«El estudio de estas sustancias químicas no es sencillo, en Chile no hay capacidad analítica para medir estos contaminantes ni en matrices ambientales ni en las personas. Hemos logrado caracterizar la presencia del trabajo agrícola y la magnitud en que este ocurre. Pero no tenemos datos específicos de un plaguicida en particular, hacer las mediciones en aire o suelo es muy cotoso. Los datos que están en proceso de publicación tienen que ver con plaguicidas que puedan ser más persistentes. Y una de las particularidades que tiene el glifosato es que es muy poco persistente, deberíamos tener estaciones específicas para medirlo», comenta Cortés.

Pese a las limitaciones, el proyecto ha permitido apreciar daños. Y el resultado es contundente: «En el caso particular del glifosato lo que ocurre es que la evidencia disponible se obtiene a partir de estudios con un alto número de participantes, más de 15 mil. En MAUCO estamos haciendo análisis recientemente y también estamos observando deterioro cognitivo en las personas que tienen más contacto con plaguicidas. También estamos observando mayor ocurrencia de enfermedades como la diabetes y se ha constatado muy bajo uso de elementos de protección personal en estos trabajadores».

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